domingo, 15 de noviembre de 2009

El primer Kamikaze


Uno de los pensamientos más desconcertantes para el ser humano siempre ha sido la idea de su muerte. Indescifrable e impredecible, nadie sabe cuándo le llegará y cómo será; bueno, al menos casi nadie.

Uno de los que sabían el cuándo y el cómo se extinguiría su llama de este mundo era Yukio Seki, piloto japonés que dirigió el primer ataque Kamikaze contra la flota estadounidense durante la Segunda Guerra Mundial.

Con apenas 23 años de edad, Seki fue elegido por su destreza y habilidad dentro de las batallas aéreas que libró. Sin embargo, resulta irónico que él mismo haya mencionado en una carta que tenía miles de razones para creer que era mucho más útil para su país vivo que muerto.

La primera bomba humana oficial no tenía ninguna intención de suicidarse, pero su vida terminó de una forma fugaz y violenta, dejando a su reciente esposa esperándolo.

Este es un fragmento de la carta que escribió el piloto a su esposa:

Mi querida Mariko:

Siento mucho tener que «esparcirme» [eufemismo que utiliza en lugar de «morir en la batalla»; se refiere a la dispersión en el aire de las flores del cerezo] antes de que pueda hacer más por ti. Sé que, como esposa de un militar, estás preparada para afrontar semejante situación. Cuida de tus padres.

Ahora que llega la hora de partir vienen a mi mente innumerables recuerdos de tantas cosas que hemos compartido. Buena suerte para la traviesa Emi-chan [la pequeña Emi, hermana menor de Mariko].

En Mabalacat, antigua base kamikaze de Filipinas, hay una placa en la que se lee que el teniente Yukio Seki fue la primera bomba humana oficial del mundo. También consta la fecha de la primera misión suicida de la guerra aprobada oficialmente —25 de octubre de 1944— y la lista de los daños causados ese día a la flota norteamericana en aguas filipinas.

Tal vez la idea de suicidarse por la patria sea muy extraña para nosotros. No le vemos fin ni razón que justifique nuestra muerte; pero en un país como Japón, donde la cuestión del honor es fundamental para vivir con dicha, esta práctica era una de las formas más comunes para ganárselo.

Desciendan mis pupilos, mis pétalos de flor de cerezo, como yo descenderé, sirviendo a nuestro país

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